domingo, 23 de agosto de 2015

Fin de la escena.

Y fue el momento cuando mis ojos divisaron esa silueta, cuando admiré tal hermosura, lejos de los cánones de belleza. Los ojos hundidos, facciones marcadas hasta el extremo, una intensa delgadez y una altura cercana al metro ochenta. Pelo pardo, a decir verdad, negro tizón. Fue cuando conseguí enfocar ese balcón de verja metálica que la envolvía cual jaula a su presa, vi su figura dibujada, instantes después pude definir su contorno y el color inundó su blanca piel, me fije en su mirada de preocupación, en como sostenía su cigarro con los dedos índice y corazón, como lo acercaba a sus labios constantemente para inhalar su droga con insistencia y dibujaba en su boquilla un mensaje de carmín. Cerraba los ojos y expulsaba el humo que intentaba retener en sus pulmones momentos antes, seguidamente suspiraba, agachó la cabeza hasta posar su frente en la brillante y fría baranda, juraría que rogaba al cielo, que pedía algo de piedad, un descanso para su cuerpo cansado y sus manos secas. Se puso erguida mientras estiraba los brazos, una última y profunda calada para que el alquitrán recorriera su cuerpo y lanzó la colilla hacia el vacío. Y ahí acabó la escena, un fondo negro y una chispa roja que caía y se apagaba al mismo tiempo.

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