Y no sé por qué, tengo esa mala costumbre de mirarme en el espejo a ver, si en alguno de los detalles del cristal, veo el reflejo. Y siento sentir como cuando se pensaba en el amor como un pecado, y lo lamento; lamento mi insistencia en la fe ciega, en la inocencia y la ternura, en las caricias vetadas por ley, también en el deseo de un amor prohibido, el placer que provoca la curiosidad del destino de dos cuerpos separados. Aún recuerdo nuestra historia como un complaciente y efímero recuerdo, con traerte las ganas guardadas en los bolsillos, con la intención de dejarnos marcas en los torsos desnudos. También llega mi mente un vago recuerdo de cómo eran tus ojos, de como me mirabas y unías sutilmente pasión y delicadeza en un mismo roce. El de tus labios con los míos.
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