sábado, 24 de octubre de 2015

Entrepieles

Y a fin de cuentas,
Tus ojos procedían
De recónditas fantasías
Creadas en la perturbada mente
De algún dios perdido.

Aquel que jamás encontró el olimpo.

Aquel,
Que te dedicó su tiempo restante,
En el que recorría los laberintos
De tu figura.
Desde la rodilla,
Y siempre en ascendente,
Hacia su inexorable
Y cercana muerte.
La que refugiaban tus piernas.

Aquel,
Que contemplaba las estrellas.
Desde el suelo,
Hasta tu cielo.

Tratando:
De despertar
Todos y cada uno tus poros,
De erizar una última vez,
En ese infinito que resultó la noche,
Tu excitante y áspera piel.

viernes, 23 de octubre de 2015

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Y aún recuerdo como pasamos de regalarnos dos besos a uno, como pasamos de rozar poros a pasarnos grados en besos húmedos, rodeados de luces de neón, de crear vacíos entre nosotros. Llegó el momento de volver a duplicar nuestro saludo, de sentir tu áspera piel rozando mis mejillas. Cuando mis palmas echen de menos tu nuca, no tendré más que recurrir al vano recuerdo de nuestro pasado perfecto y quién sabe si con opción de "replay"; al fin y al cabo siempre fuimos un antigua cinta de vídeo, viviendonos a cámara lenta, sintiéndonos  en cada pausa y olvidando en un constante avance  que siempre nos impedirá terminar de vivir este drama. No olvido tu silueta, la excitante forma de esos labios, mi mano desde tú cabellera hasta tus hombros y de nuevo, acercándome a ti, tratando de borrar el espacio que nos separase, por fin, sentí mis dedos volver a unirse en tu columna. Cuando ya solo algunas micras separaban tu boca de la mía, cuando ya nos encontrábamos comprimidos en el espacio limitado que habíamos creado, para evadirnos del mundo mientras nos rodeaba la muchedumbre, recuerdo sentir la fusión del magma, cómo me quemaban tus besos, y que yo hubiera sido, y tal vez todavía aún soy, capaz de dejarme la piel por cada uno de ellos.

lunes, 12 de octubre de 2015

a.C.

Y no sé por qué, tengo esa mala costumbre de mirarme en el espejo a ver, si en alguno de los detalles del cristal, veo el reflejo. Y siento sentir como cuando se pensaba en el amor como un pecado, y lo lamento; lamento mi insistencia en la fe ciega, en la inocencia y la ternura, en las caricias vetadas por ley,  también en el deseo de un amor prohibido, el placer que provoca la curiosidad del destino de dos cuerpos separados. Aún recuerdo nuestra historia como un complaciente y efímero recuerdo, con traerte las ganas guardadas en los bolsillos, con la intención de dejarnos marcas en los torsos desnudos. También llega mi mente un vago recuerdo de cómo eran tus ojos, de como me mirabas y unías sutilmente pasión y delicadeza en un mismo roce. El de tus labios con los míos.