Abstenerse. Me abstengo de pronunciar cada verso que había deseado contarte. Me abstengo de darle sentido a querer. Querer porque sí. ¿Por qué no?
Morder. Morderme las uñas en cada desesperante momento que aparecías en mi plano. Morder cada lugar invisible de tu torso.
Armar. Armar jaleo para recuperar tu fiera. Mi feria. Armar una selva con todos los monstruos que consigues crearme. Armar y desarmarme con cada soneto escrito sobre tu boca.
Reiniciar. Reiniciar mi alma, rehacer la calma con la cama, quemar mi alma y llorar sobre cenizas.
Sentir. Sentir cada gota de sudor coordinada con los gritos y la sangre, tal vez una nueva vida o una resultante muerte.
Cerrar: los ojos, los miedos y el dolor para abrirnos desde dentro hasta la última corteza de piel; donde puedan habitar nuestras utópicas conexiones a tiempo, allí sabremos que se encontraba nuestro exilio, nuestro destierro, nuestro silencio y el último destello de voz.
Provocamos y probamos abstención de nuevo.
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